28/10/11

...the list...


Texto: Diego A. Manrique
En 1973, Johnny Cash preparó una lista de las 100 canciones esenciales. En realidad, 100 grabaciones básicas que cubrían prácticamente todo el sur de Estados Unidos: country, blues, góspel, folk. Más que un simple ejercicio académico, se trataba de proporcionar el abecé de la música sureña a su hija Rosanne, la mayor y la más rebelde de sus criaturas. A punto de alcanzar la mayoría de edad, había planteado su deseo de cantar. Johnny quería asegurarse de que estuviera preparada para ingresar en el negocio familiar. Típicamente, Rosanne echó un vistazo al listado y lo guardó. Hubo premeditación y alevosía: solo recuerda esconderlo en un lugar donde, pensó, no aparecería de modo casual. Estaba rechazando las enseñanzas paternas, como suelen hacer los adolescentes.
De enterarse, Johnny Cash habría sufrido una decepción mayúscula. Seguramente, juntar las 100 canciones resultó un proceso agonizante. Para conseguir esa visión panorámica de la música sureña, Johnny debió superar muchos obstáculos circunstanciales y educativos.
Por ejemplo, de los cantantes que formaron el fugaz Cuarteto del Millón de Dólares, él era el menos informado sobre música negra. PresleyCarl Perkins y Jerry Lee Lewis procedían de localidades con barrio afroamericano. Por el contrario, Johnny era un hijo de la depresión: creció en una cooperativa agrícola en Arkansas, un experimento socialista con dinero federal que vetaba la presencia de familias negras.
Johnny se esforzó en compensar sus carencias. Por cuenta propia, descubrió los elepés de Bob Dylan, intragable para otros artistas country,por su voz y por lo que se intuía de su ideología. Y le defendió ante Columbia, que quería prescindir de los servicios de aquel cantautor raro.

Encajaba mal en el Grand Ole Opry, el programa radiofónico que representaba alestablishment de Nashville. Cuestión social: como Elvis, era de clase baja, "basura blanca", un white nigger. Al mismo tiempo, profundizaba en los orígenes de la música rural, al girar con la Carter Family, forjadores del primer cancionero del futurocountry. En 1968, incluso se casaba con June, chispeante hija de Ezra y Maybelle Carter.
En 1973, Johnny Cash ya tenía autoridad para redactar un canon delcountry. Aparte de dominar las raíces, también vigilaba de cerca a los talentos atípicos de Nashville: fue paladín de Mickey Newbury y Kris Kristofferson.
Yo hubiera atesorado la lista de Johnny Cash. Sueño con selecciones semejantes de otros artistas. Enrique Morente era una enciclopedia del flamenco y sus 100 grabaciones favoritas hubieran facilitado ese consejo que solía dar: "Escucha a los viejos". Roberto Goyeneche debería haber confeccionado un top 100 del tango. Y B. B. King, gran coleccionista de discos, todavía podría hacer algo parecido respecto al blues.
Por lo que sé, no lo hicieron y -disculpen la solemnidad- eso supone una pérdida para la humanidad. Aseguran que necesitamos prescriptores para movernos por la fonoteca universal de Internet, pero, en la práctica, se menosprecia la sabiduría de los veteranos.
Tras fallecer su padre, Rosanne Cash habló públicamente sobre la lista, en entrevistas y conciertos. Reacción unánime: todos querían conocer aquellos 100 temas. Hasta se propuso que el Smithsonian o una institución similar lo publicara en un box set, cuatro CD más libro erudito.
El problema: la lista no aparecía. Rosanne puso patas arriba su casa neoyorquina, sin resultados. Prescindiendo de argumentaciones freudianas, hubiera sido un milagro: desde 1973, ella cambió varias veces de ciudad y de país, hubo un divorcio, etcétera. Hasta contrató a una médium. Nada.
Así que decidió reconstruir aquel repertorio con ayuda de su marido, el productor John Leventhal. Un proceso arduo, documentado en el libroAlways been there, de Michael Streissguth, un estudioso de Johnny Cash. De ahí surgió The list, el último disco editado por Rosanne. Doce canciones (más otras dos en ediciones especiales), canciones formidables pero quién sabe si realmente figuraban en la relación de Johnny. Cualquiera puede revisarlo y opinar.
The list cuenta con aportaciones vocales de Bruce SpringsteenElvis CostelloJeff TweedyRufus Wainwright y Neko Case. Todos fascinados por la intrahistoria del disco: la reconciliación de padre e hija, la voluntad de transmitir conocimientos, la fina frontera entre la explotación comercial del difunto y el pago de una deuda. Escúchenlo y suspiren por compendios similares, clases magistrales de los ancianos de la tribu.

...hello...i want u...i need u... (morrison)...

...friday at b&w...





...american way...

...slowest meet the shadow man...

...the slowest at fnac...


 

27/10/11

...daily brkfst...

...the slowest man meet Tony Montana...

...kiddo motors...

...fat tire...

...autobus magico...

John Paul Keith vuelve a la carga con otra colección de canciones directas, sencillas, pero hechas con gran amor. Un amor por el Rock and Roll que se mantiene insobornable y enciende la mecha de una tradición que une Rhythm and Blues, Swing,Garage, Country, Soul o Pop. Su nuevo trabajo se llama "The man that time forgot", y en poco más de treinta minutos John Paul Keith se merienda un gran pedazo de pastel de música americana con una colección de canciones propias, tan jugosas como la tradición musical que revive. 


John Paul Keith tras una amplia experiencia musical a mediados de los 90 en su Knoxville natal, posteriormente cambia su residencia a Memphis, Tennesse, donde por lo visto está a punto de abandonar la música, pero afortunadamente, la efervescencia musical local favorece la empatía con gente como Jack Oblivian o Harlan T Bobo, y es cuestión de poco tiempo que nuestro protagonista coja la guitarra de nuevo y forme su propia banda. Afortunados nuestros oídos por tan acertada decisión. "The man that time forgot" nos trae al tiempo presente gloriosas épocas pasadas de Rock and Roll, cuando realmente era una música popular, abierta, extravertida, un gran rito de diálogo natural con el público, mediante solicitud-respuesta, mucho antes de que el artista se ahogara en su propio endiosamiento. Pero sobre todo "The man that time forgot" crea un hilo de conexión basado en el ritmo, como antes lo hizo Fats Domino, Bo Diddley o Hank Williams, pero tampoco se limita a copiar los patrones originales de manera idéntica. John Paul Keith tiene su cancionero propio, y os aseguro que es una fuente inagotable de bienestar, son temazos como la copa de un pino que no están al alcance de muchos. Si me preguntaran que disco es mejor, si "Spills and Thrills" o este último, no me mojaría, ambos son impresionantes, y como en su día hice polvo mi copia de "Spills and Thrills" ahora le toca sufrir lo suyo a "The man that time forgot", y de momento me resulta imposible librarme de esas canciones. Adoro el tema que da título al álbum por su sencillez y ternura, "Never could say no" te espabila con unas palmas de lo más festivas, "Anyone can do it" es puro Bobby Fuller, el puente perfecto entreBuddy Holly y la British Invasion en los 60. "Afraid to look" engrasa el corazón con el nervio de la música de Garage. "Somebody ought to write a song about you" es una delicatessen Soul que te lleva de la mano por los estudios Ardent en Memphis en los 60 y 70, "Dry county" es un Rockabillyque seguro hace las delicias de los fans de Hi-Risers. "Bad luck baby" apunta al inmortal Buddy Holly pero con la perspectiva de la New Wave de un elegante Elvis Costello, y para coger carrerilla "I work at night" flirtea con el Swing más dinámico donde el órgano juguetón sustituye a la sección de metales. Pero que mejor que cerrar el disco con un sentido y melancólico Country como es "The last last call", en fin, que cada uno de los temas por una u otra razón es recibido con una enorme sonrisa, y este disco debería ser de obligada escucha para las gentes de bien y de mal vivir. 


26/10/11

...waiting...

...la ruta norteamericana...


No soy muy amigo de los discos tributo. Son pocas las veces que consiguen levantarme de la silla. Suelen ser álbumes bienintencionados, hechos con cariño, pero luego el material que aportan es, en la mayoría de los casos, meramente anecdótico. Suele ser inferior a las pistas originales del artista a homenajear, sino es directamente delictivo. Por ejemplo, cada mes llega a mi buzón la revista Mojo con sus típicos discos tributo a los BeatlesPink Floyd, Dylan, Jimi Hendrix... pero, más allá de la curiosidad, más de uno, y de dos, lo único que consiguen es encabronarme con quien homenajea pese a toda su buena voluntad. Por suerte, no siempre sucede así y reconozco que actualmente hay un disco tributo que espero con especial ganas este año. Es de The lost notebooks of Hank Williams, el álbum que el sello de Bob Dylan, Egyptian Records, ha sacado al mercado. 

En The lost notebooks of Hank Williams, participan 13 músicos, entre ellos, el mismo Bob Dylan, Jack White, Merle Haggard, Alan Jackson, Lucinda Williams, Norah Jones y Rodney Crowell. Este lujoso plantel de voces interpreta parte de letras inéditas que Hank Williams dejó a su muerte, en 1953, y que fueron encontradas en un maletín de cuero que le perteneció. No todas las canciones del disco son inéditas pero sí un buen puñado, mientras el resto son versiones de temas que Williams había grabado. El álbum, además, incluye todas las notas perdidas que dejó el músico de Alabama, así como también un repaso por su fugaz y nutrida carrera haciendo vanguardia en el country. Este es el trailer de la presentación del álbum (en inglés). 

Siempre he tenido la sensación de que Hank Williams nunca ha sido lo suficientemente conocido en el mundo de la música popular. En su época, los años cuarenta principalmente, fue un músico muy aclamado que llegó a convertirse en un referente del country a nivel nacional. Con su lenguaje cotidiano y su hillbilly afilado, Williams se convirtió en un maestro para todo aquel que se dedicaba a la música en Norteamérica a pesar de morir por sobredosis a los 29 años cuando apareció en la parte de atrás de un Cadillac camino de un concierto. 
La grandeza de Hank reside en su doliente verdad. Pese al éxito y el reconocimiento, vivió dentro de un tormento. Nunca pudo huir de su pena, que le llevó a caer en picado por el precipicio del alcohol y los calmantes. Este dolor interior quedó captado de manera extraordinaria en sus canciones, crónicas de la vida en carretera, los deseos humanos y la tristeza vital. Su obra transmite un dolor tan humano y real que es casi imposible no conmoverse. Como es casi imposible no reconocer la verdad del hombre que te las está cantando. Es eso lo que, en mi opinión, resulta difícil de encontrar entre músico y grupo de relumbrón: verdad. Mucha de la música que lidera las listas de éxito y llena los recintos más grandes está carente de verdad en sus canciones. Serán magníficos entretenedores para el espectáculo al que se deben, como para el negocio que les sustenta, pero que no me hablen de verdad. No me lo creo. Esta ni se compra ni se vende. 
Espero que The lost notebooks of Hank Williams haga un poquito de justicia en este siglo XXI con un artista del calibre del homenajeado. Sitúe a Hank Williams en el lugar grandioso que merece entre los amantes de la música y se quite esa etiqueta de reliquia de otro tiempo. Como se puede escuchar a continuación, el amigo Bob Dylan, que además se ha encargado de sacar el disco, pone todo de su parte. Y no suele ser normal ver a Bob tan entregado en una causa de este tipo. Claro, que Bob bien sabe que Hank Williams es un tótem de la música norteamericana. Y, como tal, merece este tributo.